Entre haciendas cafeteras, encantadores pueblecitos y una espectacular naturaleza, este valle colombiano cautiva con sus palmeras de 80 metros
El Valle de Cocora se ha abierto al turismo hace apenas unos años para mostrar que existen paraísos en la Tierra que son grandes desconocidos. Con las palmeras de cera como protagonistas, el árbol nacional del país, este paraje es uno de los rincones más impresionantes de Colombia y un lugar único en el mundo. Pero su estampa no es su único patrimonio. Descubrir este lugar es caminar por una vereda junto al río Quindío, cruzar siete puentes colgantes, adentrarse en la jungla, comer junto a colibríes y tocar las nubes entre montañas que (dicen que) superan los 2.800 metros de altitud.
LA AVENTURA DE LLEGAR AL VALLE
Los jeeps clásicos, utilizados por los estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial, se han convertido en el principal medio de transporte de la zona.Son conocidos como “Willys” y parten desde la Plaza de Bolívar, en el turístico pueblo de Salento, a 15 minutos del valle. El trayecto hasta este paisaje va desvelando la majestuosidad del Quindío a golpe de bache.
Una vez en el parque, existen varias formas de llegar hasta el valle. Una de ellas, la más corta y fácil, es seguir por la carretera para desembocar directamente ante las palmeras. La otra es adentrarse, dejando atrás el asfalto, por un camino a la derecha para iniciar un trekking de cinco o seis horas. Ésta última opción permite disfrutar de cada punto de vista que ofrece el valle de una forma más auténtica y especial.
QUINDÍO EN ESTADO PURO
Optar por la ruta más exigente garantiza que la experiencia en el Valle de Cocora sea plena y sorprendente. La soledad, en gran parte del recorrido, es una de esas recompensas. Los paisajes cambiantes, la adrenalina sobre puentes colgantes o naturaleza en estado puro; otras.
Esta ruta discurre junto al río Quindío, atraviesa ríos, descansa junto a colibríes y asciende por montañas para luego acabar ante las palmeras. Escenarios que cambian a cada paso de los 16 kilómetros del recorrido.
COMIENDO ENTRE COLIBRÍES
Se inicia por un sendero en el que acompañan algunas palmeras salpicadas por las montañas. Siete puentes de madera colgando sobre el río introducen al senderista entre espesa vegetación. El río va sirviendo de guía antes del ascenso a la Casa de los Colibríes, punto en el que la ruta empieza a volverse exigente.
La Casa de los Colibríes espera para un merecido descanso donde no falta el agua de panela y algo de comer. Un avituallamiento que se realiza junto a decenas de estas especies que revolotean entre los árboles agitando sus alas a una velocidad pasmosa.
Y, POR FIN, EL VALLE
Tras retomar fuerzas, llega la parte más dura del recorrido y, a la par, la más gratificante: subir entre montañas por empinados caminos. El final del ascenso lo indica una señal en la que pone “Finca de la Montaña 2.860 m.”, aunque en realidad es encuentra a 1.950 metros.
El resto de la ruta es un sencillo paseo que muestra, entre miradores, las palmeras que llegan a medir 80 metros de altura. Recostarse junto a ellas para ver cómo sus troncos se van perdiendo entre las nubes es algo mágico.
Quizá por inesperado, se trata de uno de los paisajes más emocionantes del mundo. ¿Cómo imaginarlo? Resulta imposible por muchas fotografías que se hayan visto de él. Cientos de palmeras infinitas y algunos caballos trotando entre ellas en libertad. La emoción es tal que empañará las pupilas de muchos viajeros
ESTANCIAS ECO
Hospedarse en una finca para vivir el día a día de una familia local y al mismo tiempo estar en pleno contacto con la naturaleza es, sin lugar a dudas, la mejor decisión que uno puede tomar para terminar de enamorarse del lugar.
En La Cabaña, a 11 kilómetros del Valle de Cocora, es posible experimentar esa sensación de sentirse como en casa, o incluso mejor. Todo gracias a la familiar que lo regenta y que no duda en enseñar al huésped las costumbres de la región con el café siempre como hilo conductor.
En total, 75 hectáreas de las cuales 25 son bosque natural con senderos para pasar el día avistando aves o simplemente disfrutando del entorno.
Las vacas y los pájaros ejercen de despertador para que el jet lag no se haga tan duro. En la puerta de las habitaciones aguardan hamacas para mecerse entre libros y flores. Muebles y otras reliquias familiares, a modo de decoración, muestran la cultura familiar y su tradición ganadera. Para desayunar no falta el café que ellos mismos producen y que puede adquirirse en el propio ecohotel. Para rematar, los viernes por la noche cocinan lomo al trapo, plato que comparten en una cena amenizada con música. ¡Imposible encontrar más paz!
HACIENDAS QUE SABEN A CAFÉ
El departamento colombiano del Quindío se encuentra teñido de intensos verdes gracias al bambú guadua, de mayor grosor y más resistente que el asiático, los bananeros y, por supuesto, las frondosas plantas de café.
Su café arábico es uno de los de mayor calidad del mundo gracias a las condiciones de la tierra y al clima de esta zona.
Son muchas las haciendas cafeteras que muestran el proceso de producción del café desde la recolección del grano, e incluso hacen partícipes a sus visitantes del procedimiento. El Ocaso y Las Acacias son las dos más famosas para una visita, ambas a escasos kilómetros de Salento.
SALENTO TIENE MUCHOS COLORES ESPECIALES
Entre los pueblos del Eje Cafetero, Salento sobresale por ser la puerta de entrada al Valle de Cocora y al Parque Nacional de los Nevados. Fundado en 1842, fascina por sus coloridas casas paisas que inundan de alegría la calle Real, en la que los edificios son ocupados por tiendas de artesanía, restaurantes con música en vivo y cafeterías. También son comunes los puestos ambulantes que venden arepas de choclo y frutas.
A un lado de la calle se ubica La Plaza Bolívar, con un parque que homenajea al militar y la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen. Al otro, 200 escaleras conducen a las mejores vistas de Salento y sus alrededores con el valle como telón de fondo.
BIENVENIDOS A FILANDIA (SÍ, HAS LEÍDO BIEN)
Se dice que los habitantes del Quindío son los más amables del país y seguro que una visita a Filandia termina de constatarlo.
En este pueblo, las blancas fachadas también exhiben puertas y ventanas de madera con vivos colores, especialmente en calles como la del Tiempo Detenido.
COMER DONDE HELENA
Uno de los motivos imprescindibles para visitar Filandia es Helena Adentro, considerado el mejor restaurante del Eje Cafetero. Un establecimiento que empezó sirviendo, durante los fines de semana, los productos cultivados y cosechados en la huerta de la finca Santa Helena, próxima al municipio. El éxito fue tal que acabaron abriendo todos los días y ampliando el local.
Helena Adentro presume de una carta creativa, a base de productos 100% naturales, e inspirada en la cultura colombiana. Tampoco faltan deliciosos cócteles para acompañar sus delicias y, por supuesto, buenas dosis del excelente café colombiano.
Por: Elena Ortega Viajes National Geographic. Fotos National geographic